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Karakorum Highway en Pakistán

Karakorum Highway Pakistan


La autopista del Karakorum es la carretera internacional asfaltada más elevada del mundo, conectando Pakistán con China a través de una de las cordilleras montañosas más altas y bellas del mundo. Recorrerla en 4x4 es toda una aventura.

Karakorum Highway Pakistan mapa


No es de extrañar que en algunas ocasiones la autopista del Karakorum sea referida como la novena maravilla del mundo, y no solo por la magnificencia de sus paisajes y su elevación, sino también por la dificultad de su construcción. Cuando la carretera fue completada en 1986, después de 20 años de construcción, 810 trabajadores pakistaníes y 82 chinos habían perdido sus vidas, mayoritariamente en desprendimientos de tierra o roca y caídas al vacio.La autopista del Karakorum ha sido referida como la novena maravilla del mundo, no solo por la magnificencia de sus paisajes sino también por la dificultad de su construcción. Fué terminada en 1986, veinte años después del inicio de sus obras, y casi 1.000 trabajadores dejaron sus vidas Pero su construcción valió la pena porque, aparte de conservar una ruta natural de comercio, la autopista del Karakorum dio fácil acceso a la región terrestre más densa de altos picos, con más de sesenta picos por encima de los 7000m, de los cuales cinco superan los 8000m, incluyendo el K2, la segunda montaña más alta del mundo a 8611m. Igualmente, la cordillera del Karakorum es el área con más concentración de glaciares del mundo, después de los polos, incluyendo algunos de los glaciares más largos del mundo, como el glaciar de Siachen, de 70km. La autopista del Karakorum empieza oficialmente en Havelian, a unos 100km de Islamabad, la capital del Pakistán. Sin mucho atractivo, la carretera cruza unos primeros pueblos que antiguamente habían estado dominados por Sikhs pero que actualmente están ocupados por los Pashtuns, una tribu con un estricto código de conducta islámica que les acerca ocasionalmente a posiciones radicales o talibanas. De todos modos, en Manshera (a 50km de Havelian), la carretera empieza a mostrar los primeros signos de magnificencia, al enfilarse entre terrazas de arroz y maíz y grandes bosques hasta un paso de 1670m, para después volver a descender con muchas mas curvas hasta Thakot (150km), a la orilla del caudaloso río Indus. En Thakot el paisaje es estupendo, aunque para mejores vistas vale la pena explorar una pequeña carreterita que se desvía a la derecha y que sube lentamente un quilómetro vertical hasta el valle de Alai, desde el cual la panorámica es insuperable, pudiéndose observar unos 20 kilómetros completos del rio Indus serpenteando entre las montañas. En realidad, se podría afirmar que en Thakot empieza la verdadera autopista del Karakorum, en todo momento paralela al rápido río Indus y manteniendo el equilibrio en la pared de escarpados precipicios rocosos. Poco Algunos poblados y pequeñas ciudades se alzan al calor de la Highway después de Besham (170km), el color de la roca cambia de colores agrisados a verdosos, relatando a los geólogos una increíble historia iniciada hace unos 50 millones de años. Hace 130 millones de años, el continente Indio se desprendió del supercontinente Gondwanaland, viajando a la deriva unos 80 millones de años hasta chocar con el continente Asiático, atrapando en medio de la colisión a un grupo de islas volcánicas que tenían un color de roca más verdoso y lleno de minerales relucientes (las cuales se observan a partir de Besham). Los macizos montañosos más altos de la tierra: el Himalaya y el Karakorum, se formaron a partir de esta colisión, la cual no se ha terminado, pues el plató Indio sigue adentrándose unos 5 cm anuales hacía el continente asiático, provocando un continuo crecimiento de sus montañas (7 milímetros anuales para el K2) y numerosos terremotos (en 1974, miles de personas murieron en uno de los peores terremotos de los recientes tiempos).


Marihuana en la cuneta


A medida que la carretera asciende, la vegetación (entre ésta la marihuana creciendo libremente al margen del asfalto) desaparece y el terreno se vuelve más estéril, a excepción de pequeñas áreas verdes donde la tierra es cultivada intensivamenteA medida que la carretera asciende, la vegetación (entre ésta la marihuana creciendo libremente al margen del asfalto) desaparece y el terreno se vuelve más estéril, a excepción de pequeñas áreas verdes donde la tierra es cultivada intensivamente. Unas horas más tarde, el pueblo de Chilas (360km) espera los viajeros con los primeros grandes tesoros de la autopista del Karakorum: sus altas montañas y los petroglifitos. A partir de Chilas, en multitud de puntos próximos al río Indus se pueden observar interesantes petroglifitos, dibujos e inscripciones grabadas a grandes rocas, algunos de los cuales fechan del primer siglo, representando estopas budistas e imágenes de buda. A pesar de la altitud de las montañas de la región, el Karakorum era (y todavía es) la ruta natural que conectaba China con India y el Oriente Medio, cruzándose desde los primeros siglos por caravanas comerciales que establecieron los orígenes de la ruta de la seda y que extendieron por los valles las religiones dominantes, primero el budismo y siglos más tarde el Islam, el cual engloba la totalidad de la población actual. A medida que la carretera avanza desde Gilgit hacia el norte-este, algunos de los tesoros más impresionantes del Karakorum empiezan a aparecer delante de los afortunados ojos del viajero. Primero se levanta a la derecha el Nanga Parbat (8125 m), el noveno pico más alto de la tierra y conocido como la montaña asesina, porque durante la segunda guerra mundial mató a hasta 31 miembros de 4 diferentes expediciones En su camino hacia China, la Karakorum Highway salva el río Indus por un inseguro puente colgantealemanas. La majestuosidad del Nanga Parbat queda magnificada por su verticalidad, una de las elevaciones más agudas de la tierra, que en sólo 27 kilómetros se levanta 7000 metros (desde el río Indus hasta la cima). También deja sin aliento el pico Rakaposhi (7788 m), que se empieza a observar más al norte, igualmente impresionante por su crecimiento vertical, el cual en sólo 16,5km horizontales se eleva 6000 metros (desde el río Hunza hasta la cima). Pero no todo el espectáculo es placentero, ya que en numerosas ocasiones, la carretera asfaltada se corruga o deshace con señales evidentes de recientes desprendimientos de rocas.


Cormoranes

Cormoranes en España


Cormoranes



De las muchas noticias del norte que el invierno nos envía hay una que resulta imposible que pase inadvertida. Sobre todo porque pone, en el corazón de las mesetas ibéricas, un espectáculo que normalmente pertenece al mar. Los cormoranes grandes, en efecto, son una de las especies de aves más características de las costas de la Europa central y norteña. Allí se reproducen, a menudo, colonialmente estos enlutados buceadores. Su estampa resulta inconfundible, sobre todo cuando, posados, extienden por completo sus alas y permanecen así, “crucificados”, durante largos periodos con el fin de secar su plumaje tras sus sesiones de pesca.

Estas aves no fueron vistas en aguas dulces hasta la década de los sesenta. Primero fueron unos centenares de ejemplares, luego, en los ochenta, millares. Pero en los últimos años han llegado a sumar casi 50.000.

Estamos pues ante un nuevo caso de una especie que recientemente ha alterado su conducta viajera. Ahora se ha adaptado sin problema alguno a las masas de agua continentales, especialmente a los embalses de las cuencas del Tajo y del Guadiana. Las abundantes carpas que en estos lagos artificiales viven les permiten una cómoda estancia invernal en el cálido interior de nuestro país. Pero como en los últimos tiempos son cada vez más abundantes, los cormoranes ya frecuentan, también, casi todos los tramos fluviales despejados, los pequeños embalses y hasta las charcas de muy escaso tamaño.

El giro ha terminado por ser espectacular: no contentos con el uso de nuestros aguazales durante los meses más duros, ahora unas pocas parejas se han quedado incluso en primavera y verano para criar, acaso por primera vez en la historia. Los cormoranes grandes son aves de muy notable tamaño, a primera vista completamente negras y con un largo y ganchudo pico. Nadan mejor que vuelan, por mucho que los fríos las obliguen a recorrer unos cuantos miles de kilómetros todos los años.

Recordemos que la mayor parte de estas aves marinas proceden de Inglaterra, Holanda, Dinamarca y de la Bretaña francesa. Como tantos otros nómadas voladores, se desplazan en bandadas que forman figuras regulares, especialmente la que equivaldría a nuestra letra uve. Pero más llamativos resultan cuando se agrupan en los dormideros. Aprovechan con tal fin los árboles secos que tantas veces jalonan las orillas de ríos y embalses.

Por si esto fuera poco, varias especies de gaviotas han imitado la conducta de los cormoranes con lo que, entre las muchas ofertas de nuestros derredores, podemos sumar estos aromas oceánicos en el corazón mismo de España.

Maletas para viajeros prácticos

Juego de maletas con ruedas


Maletas para viajeros prácticos


Las ruedas y los materiales resistentes se combinan con diseños actuales



Vivan las ruedecitas, las asas que se recogen y la comodidad. Ha llegado el tiempo en que las maletas, maletines, portatrajes o bolsas de capricho pueden hasta sacrificar el diseño con tal de ser prácticos y funcionales. Es el reino del trolley o troller, la pequeña maleta con ruedas y asa de sacar y recoger que, para ser excelente, necesita además unas medidas que le permitan no tener que facturarla y llevarla como equipaje de mano. Según la normativa internacional de la IATA, un equipaje se puede subir a bordo cuando la suma de sus tres dimensiones no supere los 115 centímetros (por ejemplo, 50×40×25 centímetros).

Pero para adquirir el equipo perfecto, el viajero debe buscar también otras cualidades: la piel (vacuno por lo general, pero a veces también ovina, caprina, porcina, de conejo, de reptil o incluso de avestruz) o el textil deben ser duraderos, resistentes a los roces, ignífugos, lavables fácilmente y sin necesidad de comprar productos especiales. No está de más que tenga algún sistema de candado o cierre con combinación numérica y un color fácilmente reconocible en las cintas transportadoras a la llegada al destino. Y su diseño, clásico o moderno, nos debe gustar.


Se amplía mediante cremalleras

Un saco impermeable, resistente y ligero, que se amplía. Es de Fun and Basics y viene en azul, rojo y beis. Se puede meter en la lavadora. Medidas: 23,5 cm (alto) × 61 (ancho) × 23 (fondo).



Detalles clásicos

Bolso de media luna de la colección Nubia, de Musgo. Diseño clásico, pero con ruedas, asa y tirador. Los ribetes y detalles son de cuero. Lleva bolsillo interior con cremallera. Medidas: 60×55×25.





Perchas y bolsillos 

Portatrajes de Elizondo en verde, naranja, hermes o azul. Cierra con cremallera, tiene dos perchas, un bolsillo delante y otro pequeño detrás. Se lleva con el asa de mano o al hombro. Medidas: 60×50.




Se pliega sin arrugarse 

Bolso de viaje plegable de Fun and Basics y minibolsa para llevar dentro. Es muy ligero, tiene cuatro bolsillos con cremallera en cada lateral. Más colores: fucsia y verde caqui. Medidas: 40×61×27.





Deportiva

La Camp Roller Bag, de Coronel Tapiocca, es una bolsa con hombrera acolchada, fondo rígido y varios bolsillos interiores y exteriores. Tiene sistema de ruedas y asa metálica que se puede esconder en un bolsillo. Colores: verde y piedra. Medidas: 35×77×35.


Para un fin de semana
Mochila de solapa muy ligera, de Equipajes Barcelona. Lleva etiqueta y cinta frontal reflectantes, bandolera ajustable y bolsillo interior extraíble. Disponible en rojo, beis, azul y verde. Medidas: 40×28×9.

El trío
Trolley de Mundiunión extensible en
7 cm de ancho. Las ruedas son silenciosas. Bolsillo delantero para un ordenador portátil y otro pequeño trasero. Material semirrígido y termoconformado. Cierre con candado y combinación. Colores: vino con negro, azul con verde y marrón con negro. Medidas: 74×51×32, 64×46×28 y 54×40×23.


Un pequeño lujo viajero
Un auténtico capricho. Es el modelo Diligencia y, a pesar de ser uno de los más caros de Olimpo, es el más solicitado. Un habitual regalo de empresa o para ilustres visitantes. Medidas: 34×50×31.



Impermeable
Set de viaje de Jaslen Sport. Incluye dos trolleys con alturas de 50 y 60 cm, material termoconformado –impermeable y muy resistente–, con carro de aluminio, ruedas esquineras de patín muy silenciosas, bolsillos en la parte anterior y posterior y forro interior con motivos de Disney o Warner. En el exterior aparecen el ratón Michey o el Diablo de Tasmania (Tweety). Colores: rojo y azul marino.

Grande, pero cómoda
Esta bolsa de Caminatta es para viajeros con mucho que guardar. Es flexible, ligera y se arrastra con facilidad porque lleva dos ruedas en un lateral y tiene un asa con tirador. Medidas: 37×75×34.

Goierri, el corazón de Euskadi

Goierri


El corazón de Euskadi


Arquitectura popular, bosques de hayas y cocina de la buena son algunas de las razones para adentrarse en las comarcas del Goierri y Gorbeialdea



El Goierri, en plena Guipúzcoa, tiene las tripas de hierro. Y ello debido a la industria que desde hace décadas se asienta en el fondo del valle como si se tratara de un animal resoplando. CAF e Irizar son las principales macrofábricas relacionadas con el material ferroviario y de transportes que lo alimentan –y, de paso, lo contaminan–, contribuyendo a crear la proverbial riqueza de la región. Las fábricas se ubican mayoritariamente en Beasaín, Ordizia y Ormaiztegi. Algunas son ultramodernas; otras, no exentas de cierto atractivo, pasarán pronto a formar parte de la arqueología industrial del siglo XX.

Pero no todo son humos. La comarca es cuna de personajes tan relevantes como el general Zumalacárregui, oriundo de Ormaiztegui y protagonista de numerosas gestas durante la primera guerra carlista; el gran antropólogo José Miguel Barandiaran, padre espiritual de Julio Caro Baroja y natural de Ataun, y los antepasados de Goya, nacidos en un caserío de Zeraín.

Basta por lo demás alejarse un poco del lecho del valle para darse de bruces con la vida natural y el verde en estado bruto. También con ciudades y poblaciones llenas de belleza atávica.

Una de ellas es Ordizia. Allí, además de disfrutar del casco histórico con casas blasonadas y un cine racionalista de líneas limpias, se puede acudir cada miércoles al mercado que tiene lugar en la plaza Mayor y se celebra desde el siglo XI, lleno de los productos y de la calidez de los baserritarras, o campesinos de tez encendida por el vigor. Y ya abierto el apetito, tomar un hamaiketako, o tentempié, en el bar Martínez y probar su insuperable revuelto de sisas (unas setas de pastizal), o unas brochetas de langostino y rape regadas con sidra o con txakolí. En Idiazabal, más célebre por su queso de oveja latxa que por otros méritos, se encuentra una de las portadas románicas de transición más singulares que se puedan contemplar. Pertenece a la iglesia de San Miguel Arcángel y muestra una ornamentación de reminiscencias orientales, primas hermanas del prerrománico asturiano. Pero, si lo que se busca es la llamada del agro, Zeraín, a pocos kilómetros, alberga un notable conjunto etnográfico. El núcleo, cuidado con esmero propio de un restaurador de muebles, acoge una bolera tradicional cubierta, un interesante museo etnográfico y una tienda con productos del país (¿qué tal unas alubias de Tolosa, una morcilla de Ataun, o un queso de Idiazabal?).

Entre sus edificios destaca el palacio de Jáuregui, un perfecto ejemplo de las casas-torres defensivas señoriales, que fueron desmochadas durante el siglo XV por Enrique IV de Castilla para contrarrestar el creciente poder de los nobles Gamboinos y Oñacinos, que se estaban despellejando entre sí. Los caseríos muestran junto a la puerta una eguzkilore, o flor de girasol, asociada a menudo con una cruz, para contrarrestar el poder de los espíritus maléficos que, a juzgar por la abundancia de talismanes, por aquí se prodigan.

De gran valor etnográfico es también la serrería hidráulica de Larraondo, no muy lejos. Construida en el siglo XIX, cuesta imaginar qué clase de mente fue capaz de idear tan complejo mecanismo, en el que además de dos sierras, la corriente de agua impulsa un torno, un taladro, esmeriles, una piedra de afilar y hasta una fragua que aún funcionan. Beasaín muestra otro conjunto similar, si bien todavía en vías de restauración, junto al palacio de Igartza, otra casa-torre desmochada, pero siguiendo, esta vez, el modelo renacentista de distribución en torno a un patio.

Segura merece punto y aparte. Se trata de una villa medieval mandada construir por Alfonso X en el siglo XIII, junto con Tolosa y Ordizia, marcando una línea defensiva a lo largo de la frontera entre la Corona de Navarra y la de Castilla, de la que Guipúzcoa formaba entonces parte. Mantiene la clásica estructura en forma de almendra y tres de las cinco puertas que llegó a tener cuando estaba amurallada. Esta localidad, de apenas 1.300 habitantes, contiene una asombrosa concentración de estilos arquitectónicos, muestra de que, lejos de la endogamia que a menudo se le ha atribuido, el País Vasco fue un mundo abierto a las influencias culturales más diversas.

Preside la población la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, una espectacular muestra del gótico vasco, que se distingue, entre otras cosas, por tener tres naves de igual altura y sin arbotantes. El retablo es una joya del barroco rococó, con personajes de bulto entero tallados por el escultor Salvador Carmona, de la escuela de Valladolid. Notable resulta también el palacio Gevara, datado entre los siglos XV y XVI y sometido recientemente a una brillante restauración. Entre sus paredes se respiran la madera, el moho, el peso de los siglos y las intrigas.

Carpintería mudéjar


También en esta edificación se combinan elementos tan curiosos como unas pequeñas ventanas góticas dobles, o los mocárabes y canecillos de la carpintería, de claro estilo mudéjar. Y luego está la Casa de Arrue, renacentista, y cuya última planta ¡oh, sorpresa! está formada por una galería de arcos de medio punto, propia del mudéjar aragonés. Un apasionante paseo por los estilos arquitectónicos el de esta villa famosa por sus sobrecogedoras procesiones de Semana Santa.

Y queda la naturaleza, poderosa, envolvente de relieves calcáreos y de humedad sombría. Y también algo oprimente por el verdor casi negro de los pinos radiata de repoblación, que sustituyeron el original bosque de hoja caduca. “Otras montañas eran redondas, verdes, oscuras, como las olas del interior del mar”, decía Pío Baroja de estas tierras. Aquí, leyendas como la de la diosa Mari, que se aparece en forma de bola de fuego por Murumendi, y la bruja Matripetralin de Ataun contribuyen a acrecentar aún más el desasosiego del paisaje, confundiéndose con la realidad. Agustín Linazasoro, un sociólogo y psicólogo de la zona nada sospechoso de irracionalidad, asegura haber visto a Mari arremolinándose en su propia habitación. Claro que, aquella noche, había cenado unas setas no del todo identificadas.

No muy lejos de Ataun queda el parque natural de Aralar. Un auténtico pulmón; una ventana abierta a la biodiversidad. Con 10.956 hectáreas de superficie, está compuesto en gran parte de un hayedo tupido como un tejido vegetal, que acoge a las últimas martas, zorros y gatos monteses, y pobladores del cielo como alimoches, águilas calzadas, chovas de graznido estridente y hasta algún esquivo pito negro. Por él pululan también personajes humanos como José Ramón Agirre, un sensato y afamado montañero que se conoce el lugar al dedillo y preconiza la conservación y la libertad.

El queso del millón


Durante la primera semana de septiembre, en la localidad guipuzcoana de Ordizia se celebra una peculiar subasta. El objeto de las pujas –que alcanzan sumas a veces de 6.000 €- es el queso ganador del concurso de catas de Idiazábal, elaborado en el País Vasco y Navarra con leche cruda de ovejas de raza latxa.

A la sombra del pico Gorbeia


La región de Gorbeialdea está repartida entre Vizcaya y Álava, a la sombra del mítico pico Gorbeia. Las laderas, sobre todo en la parte alavesa, respiran a través de sus anchos prados y sus espesas manchas de vegetación de hoja caduca, formando un paisaje sereno, en contraposición a las atormentadas montañas guipuzcoanas. Con sus más de 20.000 hectáreas, el parque natural de Gorbeia es una belleza.

En la cumbre dominan formaciones calcáreas de origen cárstico, con su dramática morfología en forma de sesos, tobas, corales y esponjas minerales. “Tendiendo la vista lejos se veía un laberinto de montañas, como si fueran olas inmensas de un mar solidificado”, describía el escritor navarro Pío Baroja. La sobreexplotación de los recursos naturales se aprecia en los abundantes pies de hayas desmochadas, cuya madera se empleaba en el pasado para la obtención de carbón, la principal actividad junto con el pastoreo y la industria ferrona. Pero también se conservan hayedos intactos como el de Altube, y bellos ejemplares de tejos milenarios, robles albar y pedunculados, serbales, alisos y fresnos.

En las riberas de los ríos se ven mirlos acuáticos tirándose de cabeza en busca de larvas de insecto, y crecen jugosos helechos Osmonda regalis, una reliquia del terciario. Las charcas son el reino de los tritones alpinos y las ranas patilargas, pero, sin duda, el divo del parque es el ciervo, reintroducido a mediados del siglo XX y al que se puede oír berrear cada otoño midiendo con sus rivales. También miden aquí sus fuerzas los deportistas rurales. Pabi Astondoa, de Zeanuri, es una institución. Pura exuberancia y brazos de acero. Aún es capaz de mostrar sus habilidades en la tronza con hacha, la corta de hierba con guadaña, el levantamiento de yunque y la sokatira, tirando de la cuerda solo o en equipo.


GUÍA PRÁCTICA




CÓMO IR


Para alcanzar la comarca de El Goierri se toma la N-I desde San Sebastián. Las distancias entre Ormaiztegi, Beasaín y Ordizia, que discurren en el fondo del valle, apenas superan los seis kilómetros. De ahí parten vías locales que conducen monte arriba hacia Gaintza, Ataun, Segura y Zeraín, a unos 10 kilómetros de la carretera principal. Al parque natural de Gorbeia, en Guipúzcoa, se llega desde allí por la autopista E-70, en dirección Bilbao, tomando un desvío en Amorabieta hacia Vitoria. También por la E-05 en dirección Vitoria y, desde allí, por la N-240, que conduce a Bilbao.


DORMIR


ONDARRE BASERRIA (943 80 16 64). Segura, s/n. Segura. Acogedora casa rural. Trato amable.

DOÑA LOLA (945 43 72 24). Las Escuelas, 2. Izarra. Agradable hotelito rural.

HOTEL ZEZILIONEA (943 88 58 29). Plaza de Herriko, s/n. Olaberria. Habitaciones amplias y confortables.

CASA DEL PATRÓN (945 46 25 28). San Martín, 2. Murguía. Cómodo y céntrico.

COMER


MARTÍNEZ (943 88 06 41). Santa María, 10, Ordizia. Restaurante-bar para comer sentado o a base de suculentas raciones.

SIDRERÍA URBITARTE (943 18 01 19). Ataun. Muy buena sidra y carne roja.

KUKO (943 88 28 93). Plaza de Berjaldegi, s/n. Ormaiztegi. Deliciosa cocina con productos regionales puestos al día.

ARTZAI-ENEA (943 16 31 16). Barrio Erauskin. Beasaín. Estupenda cocina con toques de innovación.

RUBIORENA (943 88 57 60). Zaldizurreta, 7. Beasaín. Platos tradicionales.

IZA (946 61 00 03). Gorbea, 7. Orozko. Excelente cocina tradicional.

Asturias, nuevas rutas entre un paisaje oxidado.

El Pozu San Luis, en La Nueva

El Pozu San Luis, en La Nueva, con el edificio principal y el castillete de bajada a la mina.


Asturias, paisaje oxidado


Una nueva ruta en el Principado. La cuenca del Nalón renace de sus ruinas industriales y recupera una herencia peculiar


La minería ha dejado una profundísima huella en la cuenca asturiana del Nalón. En los concejos de Langreo y San Martín del Rey Aurelio asoman restos industriales que hablan de la gloria de un pasado cercano y de la decadencia del presente, en el que el turismo se alza como alternativa. La clave: arqueología industrial. “Las huellas de la revolución industrial han dejado de ser una rémora para convertirse en bienes culturales”, dice el economista de Hunosa Miguel Álvarez-Areces. Las fábricas, minas y lavaderos que dieron trabajo a los habitantes de la zona atraen hoy a los viajeros. Ya no hay humo y el río Nalón corre limpio. Se ven castilletes por los que aún bajan mineros y en los bares se charla con paisanos que pasaron media vida bajo tierra.

La Felguera

En la ruta que une La Felguera con El Entrego se alza el Museo de la Minería y de la Industria, el Mumi. Son seis kilómetros que pueden recorrerse a pie o en coche. Empezamos en la estación de Feve de La Felguera, cuna de este pasado industrial. El ferrocarril que une Gijón y esta comarca de Langreo es la tercera línea más antigua de España y fue desde sus inicios, en 1855, eminentemente carbonera. Su instalación supuso, según el escritor Armando Palacio Valdés, “el fin del paraíso y la llegada del infierno”. Con él, la cuenca se convirtió en lugar estratégico para la industria siderometalúrgica. Así lo vio el riojano Pedro Duro, impulsor de la Sociedad Metalúrgica Duro y Compañía, que en 1875 ya era la más importante de España. Funcionó hasta 1980 y sus instalaciones, por aquel año ya propiedad de Ensidesa, ocuparon 150.000 metros cuadrados.

Desde la estación de la Feve hasta las instalaciones de la Duro hay cinco minutos a pie. La gran fábrica ha sido hoy reconvertida en “Ciudad Industrial Valnalón”, empresa para la promoción de nuevas actividades. El recinto de Valnalón está siempre abierto y en su interior se conservan tres refrigerantes de ladrillo que semejan caprichosas chimeneas. En una esquina, tres locomotoras, entre ellas la Pedro Duro I, construida en 1895, y una grúa de ferrocarril de principios de siglo, reliquia conocida como la Leona. Quedan también las fachadas de las viejas oficinas de ladrillo, que recuerdan las construcciones industriales británicas y alemanas. Y es que en Asturias el capital industrial y muchos ingenieros eran extranjeros, de ahí el curioso estilo arquitectónico. Esta influencia se aprecia también en barrios obreros como el Urquijo, entre Valnalón y la Feve. Sus edificios de grandes buhardillas evocan el estilo alsaciano y las fachadas contrastan con las construcciones de posguerra que rodean el barrio.

El pozu Fondón y ciaño

Seguimos rumbo a Sama. Se cruza el Nalón por el puente de hierro y surge el castillete del Pozu Fondón, cerrado en 1995 y hoy reconvertido en Archivo Histórico de la Minería de Hunosa. En su interior se pueden visitar las oficinas, la sala de máquinas, la antigua forja y la casa de aseos. Cerca del Fondón está el lavadero de carbón de Modesta, frente a la estación de Renfe. Es una de las más notables instalaciones de Hunosa: un entramado gigante de hierros y conductos. Si la visita se hace entre semana, cuando el lavadero trabaja, se escucha el estruendo feroz de la maquinaria.

La carretera nos lleva a Ciaño. Al llegar al parque conviene desviarse hacia La Nueva, localidad situada en el valle de Samuño y donde se encuentra el Pozu San Luis, el más interesante de la ruta, con un edificio de 1930 de tres cuerpos de ladrillo y zinc. De inspiración modernista, tiene grandes cristaleras y fachadas que acaban en escalón. El pozo no funciona, aunque sí su mantenimiento (si no se conservasen los pasadizos subterráneos, el suelo se hundiría; las entrañas de la cuenca son un laberinto de túneles que unen las minas entre sí).

También en Ciaño está el Pozu María Luisa, uno de los más trágicos (en 1949 murieron 17 mineros en una explosión). Su historia se siente en canciones populares como la que dice: “En el Pozu María Luisa murieron cuatro mineros, trailaralará…”. El pozo sigue activo con 790 trabajadores. Sólo se puede entrar con permiso especial, pero merece la pena ver desde fuera su castillete y las oficinas de ladrillo de los años veinte.

Museo Minero

Ya en el concejo de San Martín del Rey Aurelio, poco antes de El Entrego, se ve el castillete del Pozu San Vicente, único ejemplo en la región de mina gestionada por los trabajadores. Frente a San Vicente está el Museo de la Minería (Mumi). Conserva parte de la maquinaria original de las minas y hace un recorrido detallado por la historia de la minería. No faltan reproducciones de enfermerías y vestuarios mineros, pero lo mejor es la posibilidad de bajar a la mina. Un ascensor lleva a los visitantes a las entrañas de la tierra, donde se recorren las galerías internas sin peligro de derrumbamientos o escapes de grisú. El Mumi es ante todo un lugar seguro que ayuda a comprender la esencia de este trabajo. Es respetado por los propios mineros, como reconoce Roberto Santín, ya jubilado: “Es una buena reproducción de lo que nos encontramos ahí abajo”. Tras la visita al museo se puede seguir hasta Sotrondio para observar de cerca los dos castilletes del Pozu del Sotón, recientemente rehabilitado. Esta puede ser la última parada de este recorrido turístico por la memoria de los asturianos del Nalón.

Territorio templario

Clics playmobil templarios



Territorio templario


La historia de esta orden religiosa se nutre de apasionadas leyendas. Sus huellas se pueden seguir por toda España a través de castillos, iglesias y monasterios


Si preguntas por los templarios en una librería, no te mandan a la sección de historia, sino a la de ciencias ocultas. Todo un síntoma. El de los templarios es un mundo de sombras que la distancia agiganta: se les supone depositarios de una sabiduría esotérica de raíces orientales y remotas, arquitectos en clave simbólica que elegían parajes cargados de magnetismo telúrico, dueños de un tesoro fabuloso, buscadores secretos del Grial, partícipes de ritos oscuros donde asoman la sodomía o la idolatría. Hasta se ha aventurado que habrían descubierto América. Hay sacamuelas capaces de relacionar “científicamente” a los templarios con las pinturas rupestres o las apariciones de Fátima. La curia romana detectó hace unos años alrededor de 400 grupos o sectas que se declaran herederos de los templarios; entre ellas, la Orden del Templo Cósmico (presente en España) o la tristemente célebre (por el suicidio colectivo en Suiza) Orden del Templo Solar.

La realidad histórica no es menos apasionante que el mito. La orden fue fundada en Tierra Santa por Hugo de Payns y otros caballeros franceses, en 1118. Era el tiempo de las cruzadas (la primera había sido predicada en 1095; habría seis en total). En 1129, el concilio de Troyes aprobaba la llamada “Regla latina”, inspirada por san Bernardo, que exigía a los “Pobres caballeros de Cristo” los tres votos tradicionales de pobreza, obediencia y castidad, añadiendo el de defender los Santos Lugares. Ése era el fin último, tanto para ésta como para las otras órdenes militares (hospitalarios y caballeros teutónicos). Los Pobres caballeros de Cristo adoptaron el nombre de templarios cuando Balduino II, rey de los efímeros Estados Cruzados, les cedió las mezquitas levantadas sobre la explanada del templo de Salomón.

En sólo 179 años de existencia, la orden templaria se convirtió en una potencia (lo que hoy llamaríamos una gran multinacional, lobby o grupo de presión). En Tierra Santa, los cruzados cometieron tantas hazañas como fechorías, pero los templarios siempre gozaron de cierto aprecio por parte de las dinastías islámicas.

Casi nunca hubo paz. En 1291, los ejércitos cristianos pierden San Juan de Acre y acaba la aventura de los cruzados. Los templarios se repliegan a Chipre y Malta, y extienden sus posesiones de Francia, Inglaterra, Alemania o la península Ibérica. En los reinos españoles se vivía una cruzada particular, la Reconquista, con órdenes militares locales, como la de Calatrava (aprobada en 1164), Santiago (1175) o Alcántara (1213). Del gran maestre templario dependían un senescal y un mariscal, y de éstos, los comendadores o encargados de “encomiendas”, especie de demarcación con terrenos y dependencias administrados por una casa madre. Las fuentes históricas son muy escasas, pero se puede afirmar que las posesiones de los templarios, en toda Europa, eran inmensas.

Eso fue su perdición. La caída de los templarios sólo se explica como rechazo a su maquinaria de poder y por codicia de sus bienes. El motor de aquel derrumbe fue el rey francés Felipe el Hermoso, secundado por su fiel Clemente V (eran tiempos del papado de Aviñón). Las acusaciones aireadas contra ellos en los procesos eran burdas: que renegaban de Cristo y escupían a la cruz; que adoraban un ídolo en sus reuniones (siempre nocturnas y secretas); que practicaban besos obscenos y sodomía… Y así hasta 117 acusaciones. Se les sometió a tales torturas para que confesaran y firmaran que algunos lo hicieron. Eso bastó para que el papa suprimiera la orden en 1312 (concilio de Vienne). En marzo de 1314 quemaban al gran maestre Jaime de Molay en una isla del Sena. Muchos hermanos ya habían sido abrasados, otros lo fueron después.

En Aragón y Castilla (y en otros reinos europeos) no se daba crédito. Su coetáneo Dante abriría a los templarios el “Paraíso” (canto XXX, 127-129). Pero la codicia por su herencia hizo aceptar la supresión del papa. Sólo dos procesos salieron aquí adelante (Salamanca y Tarragona), y en ambos se absolvió a los templarios españoles de toda culpa. Sus bienes pasaron a otras órdenes, y también los monjes-guerreros que lo quisieron, creándose incluso la Orden de Montesa para acogerlos. Luego la fantasía popular comenzó a tejer la leyenda.


Diez enclaves, diez historias


Vigilantes. Ponferrada y castillos del Bierzo (León)


Proteger a los peregrinos era la razón de ser de los templarios. España tenía sus propios peregrinos en Santiago, así que los templarios alzaron castillos como los de Ponferrada, Corullón o Cornatel a orillas de la vía jacobea. Luego se quiso ver en ellos puestos-vigía de lugares mágicos, como Las Médulas o el Valle del Silencio, nido antiguo de anacoretas. Gil y Carrasco escribió en el siglo XIX la novela El señor de Bembibre, uno de los escasos acercamientos históricos a los templarios.



Arquitectos. Capilla funeraria de Eunate (Navarra)


Se ha afirmado que los templarios poseían una arquitectura propia, cuajada de simbolismos y relaciones numéricas, creadora de iglesias poligonales inspiradas en el Templo de Salomón (la mezquita Al-Aksa), que para la corriente ocultista vendría a ser la síntesis de todos los saberes a los que el hombre aspira. Lo cierto es que no está documentado que la capilla funeraria de Eunate (ni tampoco la vecina de Torres del Río, de iguales características) fueran obra de los templarios. Y no hay que olvidar las docenas de baptisterios poligonales del siglo IV en adelante.

Sabios. Iglesia de la Vera Cruz (Segovia)


Poligonal como las anteriores, tampoco está probado que la hicieran los templarios. Esta tiene una singularidad: una construcción central, de doble piso, con un mínimo habitáculo camuflado entre el segundo piso y el tejado; algo similar al de la iglesia mozárabe de San Baudelio de Berlanga (Soria). No se sabe para qué servía esa cámara. Se ha acudido a una explicación simbólica: sería el “árbol de la vida", o la "linterna de los muertos", último reducto para un proceso iniciático: la muerte o paso a una vida superior.



Guerreros. Castillo de la Zuda, Tortosa (Tarragona)


El castillo de la Zuda que domina Tortosa es ejemplo de una de las maneras que tenían los templarios de acrecentar sus dominios: por derechos de guerra. Conquistada la ciudad a los árabes en 1148, les fue entregada a los templarios (partícipes en la batalla) la fortaleza, y más tarde la ciudad. Luego los templarios recurrirían a otra operación frecuente: la permuta; cederían Tortosa a Jaime II a cambio de Peñíscola y otros lugares del Maestrazgo.



Terratenientes. Jerez de los Caballeros (Badajoz)


Más que las conquistas, fueron las donaciones (una “moda” para salvar el alma) lo que aumentaba su patrimonio. Así llegaron a poseer en Extremadura el mayor de sus territorios, un triángulo que abarcaba unos 3.000 kilómetros cuadrados e incluía villas y castillos como Jerez de los Caballeros, Alconchel, Burguillos o Fregenal. Además de terratenientes, eran excelentes banqueros: los peregrinos entregaban en la casa templaria donde iniciaban viaje una suma que iban retirando en otros centros templarios, pagando intereses.



Heterodoxos. Peñíscola y castillos de Castellón


Conseguida Peñíscola por permuta, rehicieron los templarios el castillo que después ocuparía el cismático Papa Luna. Este hecho, y la proximidad de otros castillos del Maestrazgo (como Miravet, Gandesa, Corbera, Algars…) a “lugares mágicos”, ricos en milagrerías, apariciones y curanderos, han echado leña en la imaginación de quienes los ven como detentores de saberes y poderes ocultos.



Fronterizos. La Almudaina, Palma de Mallorca (Baleares)


En oriente, los templarios tenían fama de ser amigos de sus enemigos (eso se volvería en su contra, durante su caída). Negociadores y tolerantes, eran respetados por Saladino, y se dice que en las ciudades buscaban para implantarse la cercanía de las aljamas (y del ocultismo judío). En Palma, efectivamente, obtuvieron la custodia de La Almudaina, próxima a la judería.



Magos. Caravaca de la Cruz (Murcia)


Según la leyenda, en 1231 dos ángeles bajaron una cruz para que el cura Chirinos, prisionero del reyezuelo Abu-Zeit, dijera una misa-demostración. La cruz resultó ser un lignum crucis, engastado en un pectoral de doble brazo perteneciente al Patriarca de Jerusalén. Y que había desaparecido de Tierra Santa un año antes de "aparecerse" en Caravaca. Da la casualidad de que, por esas fechas de la leyenda, los dueños del castillo eran los templarios. Tal vez su sombra no sea ajena a que la Cruz de Caravaca se haya convertido en uno de los talismanes más venerados en España y América: "De suma eficacia –según un Tesoro de oraciones– para aplacar toda clase de dolencias (…) y para librarse de hechizos y encantamientos".



Iniciados. Cañón del río Lobos (Soria)


Campomanes, en sus Disertaciones históricas (de 1747, una de las raras fuentes), cita como templaria la ermita (antes convento) de San Juan de Ucero, en el cañón del río Lobos. Como en otras ocasiones, no está claro que fuera un enclave templario. Si lo fue, se abre la interrogante de qué hacían en lugar tan apartado. Han apuntado (los imaginativos) que sería un centro de iniciación, en un desfiladero fantástico rezumando efluvios mágicos, frente a una gruta misteriosa. ¿Elegían sitios especiales? Lo cierto es que todas las ermitas, conventos, fuentes, cuevas… que tienen que ver con la epifanía de lo sagrado se hallan siempre en parajes excelentes.



Universales. Monasterio de Tomar (Portugal)


Era la principal encomienda de Portugal; iniciado el monasterio en 1169 tras una donación real, la arquitectura manuelina llegaría a convertirlo en una joya. Tras la disolución de los templarios, lo heredó la Orden de Cristo. Para algunos, los templarios estaban preparando una suerte de Imperio Universal, una sociedad igualitaria como la de los masones; en realidad, los templarios serían un eslabón en la cadena masónica, y al tiempo que edificaban templos estaban levantando el Templo del Más-Alto. Si algo de este afán universalista existió, fue eso (junto a la codicia que inspiraban sus bienes) lo que les llevó al desastre.

Un misterio en Oxford

Universidad de Oxford



Un misterio en Oxford

 
Los turistas preguntan: ¿dónde está la universidad? A una hora de Londres, uno de los centros urbanos más encantadores de Europa. De los 53 primeros ministros británicos, 26 han estudiado en alguno de los 36 ‘colleges’ diseminados por la ciudad. El más antiguo, Merton College, del siglo XIII.


La pregunta no es tan absurda como suena. La tienden a hacer los norteamericanos no porque sean menos listos que los demás, sino porque suelen ser más francos. Por temor a hacer el ridículo, un español o un francés sería capaz de volver a casa sin haber resuelto el misterio que late en el corazón del centro de estudios más antiguo y más famoso de Inglaterra. Utilizar la palabra misterio no es ninguna exageración. Un estudiante de teología lo resolvería aludiendo quizá a otro. Le contestaría al perplejo turista que la universidad es como el Espíritu Santo. Está en todas partes, pero en ninguna. Su presencia domina la ciudad de Oxford, determina su identidad, pero es invisible. Nadie, ni Dios mismo, sabe dónde está.

Un estudiante de matemáticas daría otro tipo de explicación. Comentaría, por ejemplo, que la universidad la componen 36 colegios (colleges) distribuidos por varias partes de la ciudad. Que los primeros colleges se fundaron en el siglo XIII, pero que desde entonces a nadie se le ha ocurrido construir un edificio.

En el mundo material, lo que ocurre es que los estudiantes viven, estudian y comen en sus respectivos colleges, entidades físicas construida cada una, salvo las más modernas, como un pequeño castillo, con su capilla, su biblioteca, su gran comedor y sus habitaciones con ventanas que dan a un patio cuadrangular.

La universidad es, en cambio, una abstracción. Una abstracción que sólo se hace realidad cuando el estudiante se gradúa y ve que el pedazo de papel que le dan de premio tiene como título no el nombre del college donde vivió y estudió, sino el de la universidad. He aquí la solución al misterio. El motivo por el cual la universidad existe, a pesar de que no se puede ni ver ni tocar, es que todos los colleges siguen el mismo currículo en cada materia, y todos los estudiantes de, por ejemplo, filosofía tienen que hacer al final los mismos exámenes en los mismos días a las mismas horas en el mismo lugar, corregidos bajo los mismos criterios por los mismos examinadores.

Oxford es una pequeña gran ciudad. Pequeña en el sentido de que es compacta, de fácil recorrido en un día; grande como todas las grandes ciudades del mundo, es decir, que uno puede pasear en ella horas y horas sin darse cuenta de que ha avanzado el reloj. Oxford –con sus murallas, sus torres, sus iglesias, sus claustros, sus jardines, sus parques, sus ríos…– es, sin duda, una de las ciudades más encantadoras de Europa. Con el atractivo añadido de que está a sólo una hora de Londres en tren.

La zona donde está la estación no es exactamente una maravilla. Lo mejor, para ganar tiempo, es llegar temprano por la mañana a Oxford e ir inmediatamente en taxi o en autobús al punto más céntrico de la ciudad. Y el más alto. La iglesia de Saint Mary the Virgin. No porque la iglesia sea gran cosa, sino porque desde arriba, tras subir unos 120 escalones, se puede admirar toda la ciudad, un espléndido panorama de torres, torres y más torres; un ejército que apunta sus lanzas al cielo.

Directamente debajo de la iglesia está Radcliffe Square, una plaza que ocupa –como nunca se olvidan de señalar las guías turísticas, pero por eso no deja de ser verdad– uno de los conjuntos arquitectónicos más elegantes de Europa. Al bajar a la plaza, aunque está en una zona estrictamente pea tonal, se debe tener un poco de cuidado. Oxford es la universidad británica con el más alto índice de suicidios, y resulta que, con poca originalidad, uno de los métodos preferidos de autoaniquilamiento que tienen los estudiantes consiste en lanzarse desde la azotea de la iglesia de Saint Mary y caer justo enfrente de la Radcliffe Camera, una biblioteca circular, abovedada, construida en el siglo XVIII y unida al resto del cavernoso sistema bibliotecario de la universidad por un pasillo subterráneo.

A la Radcliffe Camera no se puede entrar, salvo que uno sea miembro de la universidad o que se cuele. Al lado está el majestuoso y superexclusivo college de All Souls, con sus imponentes torres gemelas, que sólo admite a cate dráticos con altísimas distinciones académicas. Cruzando la plaza se llega a la Biblioteca del Duque Humphrey, donde se pueden realizar giras, y que vale la pena por sus techos, magníficamente labrados, y por el ambiente de venerable aplicación estudiantil que emanan los poros de sus paredes. Saliendo de la biblioteca sorprende el Puente de los Suspiros, que une, a través de una calle, dos sectores del edificio de Hertford College, y también llama la atención el curioso semicírculo del teatro Sheldonian, construido por el más famoso arquitecto inglés de todos los tiempos, el que hizo la catedral de Saint Paul en Londres, sir Cristopher Wren. Tiene una pequeña cúpula encima que ofrece la oportunidad, una vez más, de apreciar la artillería de torres que ha inspirado a tantos poetas ("la ciudad de las torrecillas de ensueño", escribió uno) a través de los siglos.

Lo cual puede resultar un poco agotador (no los poetas, sino las escaleras) y crear la necesidad de sentarse a tomar un tentempié. Brown’s Café, en el mercado cubierto (Covered Market), no pretende ser el non plus ultra de la gastronomía oxoniense, que tampoco es gran cosa en el óptimo de los casos. Lo que ofrece es un ambiente de poquísimo encanto (autoservicio, suelo de linóleo, manteles de plástico color amarillo chillón), pero auténtico, donde los estudiantes de verdad van a desayunar un sándwich tostado de beicon y huevo con café o (indudablemente la mejor opción para el viajero español) té.

El mercado en sí se merece una vuelta, aunque sólo sea para ver que Oxford es más que un museo, que aquí también vive gente normal que no tiene absolutamente nada que ver con la vida de la universidad. Las carnicerías son interesantes, y no sólo por el macabro espectáculo que ofrecen los cadáveres de ciervos que cuelgan desde los techos. En Inglaterra ya mataron a todas sus vacas locas –y, por si acaso, a cientos de miles que no lo estaban– hace un par de años. Es el único lugar de Europa donde uno se puede comer un filete de res con toda tranquilidad. O una salchicha.

Una tienda en el mercado se dedica exclusivamente a la venta de salchichas. ¡Y qué salchichas! ¡Qué creatividad! Las hay de cerdo, tomate y mostaza; de venado, vino tinto y enebro, y vegetarianas de, entre otras cosas, pimientos, zanahorias, lentejas y naranjas. Y al lado de la tienda de salchichas, una tienda que vende aquella otra gran contribución culinaria al mundo que nos han dado las islas británicas: el pie, que se pronuncia pay y que no tiene nada que ver con las extremidades de las piernas, sino que es como una mezcla entre un pastel y una empanada, y que puede llegar a contener de materia prima, como en el caso de esta magnífica tienda de Oxford, una combinación de filete y cerveza, o pollo y puerros, o (la clásica) filete y riñón.

Clinton y Le Carré

Acabado el desayuno se comienza el recorrido en serio. Básicamente, lo que hay que hacer en Oxford es visitar los colleges. Y como hay tantos, saber cuáles escoger. Lincoln, pegado al mercado y a escasos metros de Radcliffe Square, es uno de los más pequeños, más sim páticos y más antiguos. Aquí estudiaron John Wesley, el fundador de la iglesia metodista (entre cuyos más conocidos fieles se encuentra el pecador Bill Clinton, también ex alumno de Oxford), y John le Carré, el escritor de novelas de espías.

El college más grande, Christ Church, tiene no una capilla dentro, sino su propia catedral. Aquí estudiaron 14 de los 53 primeros ministros que ha tenido Gran Bretaña desde que se inventaron los primeros ministros en 1721. De los 53, Oxford ha producido en total 26, entre ellos Tony Blair y Margaret Thatcher. El college al que fue la Dama de Hierro no vale la pena. Somerville, construido en las últimas décadas del siglo XIX tras tomarse la decisión de admitir mujeres en Oxford, no tiene interés estético alguno. En cambio, St. John’s, el college de Blair, es uno de los seis donde una visita es obligatoria. Los otros (aparte de Christ Church y All Souls) serían New College (que no tiene nada de nuevo, al ser fundado en 1379), Merton College (el más antiguo, fundado en 1264) y Magdalen College, donde estudiaron (o algo) Oscar Wilde y el actor Dudley Moore, con su famosa torre que actúa de centinela a la entrada de la antigua ciudad, y que, si se tuviese que elegir un solo college para ir a visitar, sería éste.

Magdalen (pronunciado, por una de esas perversiones fonéticas que abundan en inglés, modlen) cuenta, como New College, con un magnífico y oscuro claustro alrededor de un jardín cuyo césped es tan verde, tan impecable, que sólo es comparable con la pista central de Wimbledon en el día antes de que comienze el campeonato anual de tenis. Lo mágico de su capilla es que a todas horas del día hay un coro o un organista de categoría mundial ensayando alguna pieza clásica. Y encima, como si todo esto no ofreciese la serenidad necesaria para la meditación y el estudio, Magdalen tiene, al borde de un río y justo detrás del claustro, su propio parque de ciervos.

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